Los jardines chinos eran de varios tipos: jardines imperiales, que eran amplios y espaciosos; jardines de templo, anexos a monasterios budistas o templos daoístas; y jardines particulares, destinados al disfrute de familias y sus allegados. Los jardines particulares alcanzaron la cumbre de su desarrollo en la dinastía Ming, en especial en lugares del sudeste de China como Suzhou, Hangzhou y Yangzhou.
No eran espacios amplios cultivados, como en occidente, sino entornos para edificios, tanto residenciales como puramente decorativos, tales como pabellones y refugios. Los jardines se diseñaban para ser contemplados desde dichos edificios, y además de árboles y flores, solían tener elementos acuáticos, como estanques y rocas ornamentales. Las rocas solían provenir del lecho de un lago o un río, dónde habían sido erosionadas, adaptando formas inusuales.
Hoy os traemos diferentes entornos que hemos podido disfrutar a lo largo de los continuos viajes que realizamos a China.
¡No dejéis de visitarlos si tenéis ocasión!
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