El ejército de terracota sólo es un parte pequeña del mausoleo del primer emperador de la Dinastía Qin. Éste se encuentra bajo un montículo artificial al este de la ciudad de Xi'an, no lejos de una colina llamada Lishan.
El lugar de descanso eterno del Primer Emperador (en el corazón de lo que viene a ser una gigantesca necrópolis) nunca ha sido abierta y las autoridades chinas se muestran reticentes a excavarlo por completo hasta estar seguros de que existe una tecnología de conservación lo suficientemente avanzada para garantizar que aquello que se encuentra en el interior de la tumba no sufra desperfectos en el proceso.
Según las Memorias históricas de Sima Qian, escritas durante la dinastía Han doscientos años tras la muerte del emperador, Shihuangdi reclutó 700.000 hombres de toda China para trabajar en la tumba. La llenaron de objetos valiosos, y la propia estructura se caracterizaba por sus ingeniosos dispositivos. El emperador ordenó montar trampas de ballestas de manera que cualquier ladrón de tumbas que intentase entrar acabase atravesado por sus dardos. En el interior, en el techo de la tumba refulgía una representación de las constelaciones celestes, y la región de la tierra aparecía reproducida en el suelo. Esta representación del cosmos chino incluía todos los grandes ríos del país, utilizando mercurio que fluía hacia un océano en miniatura mediante dispositivos mecánicos. Hasta que se abra la tumba no se sabrá con exactitud hasta que punto es verídico el relato de Sima Qian, pero no hace mucho los científicos han detectado rastros de mercurio en los terrenos adyacentes.
De momento, podemos visitar las fosas subterráneas que contienen un ejército de soldados de terracota de tamaño natural; el resto continuará en nuestra imaginación.
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